 |
Fueron básicamente pequeños grupos iberos, y cierta chusma romana vagando por la
región mientras se preguntan que mundo desean para sus nietos, y dejan
aquí y allí, diseminados, pequeños fragmentos de lozas, éstos inundarán los
fértiles campos cerealistas que envuelven el cerro, para mezclarse, en su abundancia, con
las harinas que de allí provienen, confiriendo al pan de la zona un aroma antiguo y a los
pobladores que de él se alimentan una suerte de aúra o carisma de senador romano, y en
esta aúra han querido algunos historiadores ver no ya a un senador impersonal, sino a uno
de los miembros de la familia Cornelia, una de las más antiguas de la república. El
panadero actual, Malanda, nombre también de su comercio situado en la
carreterilla junto al frontón viejo, mantiene esta tradición de fabricar panes y bollos
que generan en quien los come la necesidad de construir grandes vías de comunicación, al
tiempo que proveen a sus conocidos de un sólido cuerpo jurídico. ¿A quién no hacen
soñar sus rosquillas anisadas con inmensas llanuras y campañas en Germania?. |
|